viernes, 1 de agosto de 2008

Detened todos los relojes,
descolgad el teléfono,
evitad que los perros ladren
dándoles un jugoso hueso.
Silenciad los pianos
y, con tambores enlutados,
sacad el ataud.
Que vengan las plañideras,
que los aviones con sus gemidos
nos sobrevuelen escribiendo en el cielo el mensaje:
"Ha muerto".
Ponedles un lazo de raso
en el cuello a las palomas,
que los policías de tráfico
lleven guantes de algodón negro.
El era mi Norte,
mi Sur,
mi Este,
mi Oeste,
mi semana laboral
y mi día de descanso,
mi mediodía,
mi medianoche,
mi palabra y mi canción.
Creí que el amor sería eterno:
me equivoqué.
Ya no quiero las estrellas:
apagadlas todas,
guardad la Luna y desmantelad el Sol.
Envasad el mar
y recoged los bosques,
puesto que,
ahora,
ya nada me será útil.

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