viernes, 17 de octubre de 2008

NOTA DEL 30/06/08

Aun en su peor momento, sigue despertando admiración y controversia: le decimos genio, ídolo, loco, extremo, creador, maestro... Cómo lo ven, entre otros, Mercedes Sosa, Marta Minujín, Pipo Lernoud, Renata Schussheim y Maximiliano Guerra 750) this.width=750" border=0> Se podría proponer un juego. Tomar una determinada cantidad de frases, escribirlas sobre una cartulina, recortarlas prolijamente y después ponerlas en una bolsa. Agitar a gusto. Formular una pregunta, extraer una cartulina al azar y encontrar una respuesta original y sorprendente. Pueden ser frases de canciones o declaraciones a la prensa. El secreto es que sean de Charly García. A lo largo de más de tres décadas, él ha sido un fantástico observador de los usos y costumbres de los argentinos. Y sus comentarios, agudos, inteligentes, ácidos, humorísticos y originales, han definido a un artista fuera de serie. Primero con Sui Generis y La Máquina de Hacer Pájaros, después con Serú Girán y finalmente como solista, Charly ha creado un enorme repertorio musical en el que la excelencia sonora se dio cita con una pluma fina e irónica por igual. Cualidades que se olvidan a la hora de narrar su última crisis personal. En momentos de fuerte zozobra, cuando el personaje mediático siempre se devoró sin contemplaciones al artista magnífico, hay que rescatar al creador, al pianista genial; al compositor que logró que tres generaciones de argentinos lo pusieran en un lugar preciado, bien cerca del corazón. Si consultáramos en la bolsa de sus canciones y sacáramos un papelito, seguramente nos tocaría el que dice, en Inconsciente colectivo (1982): “Es necesario cantar de nuevo una vez más”. Detrás de las paredes Al igual que muchos otros músicos de su generación, Charly García es discípulo de The Beatles. El grupo de Liverpool fue el elemento catalizador en el que pudo insertar toda esa otra cultura que aprendió tempranamente, la relacionada con la música clásica, que lo llevó a recibirse de profesor de piano, teoría y solfeo a los doce años. Chopin, Mozart y Beethoven combinados con Lennon, McCartney y Dylan. Sin embargo, poco de esto puede reconocerse en Sui Generis, el dúo que García formó a fines de los años 60 con Nito Mestre y otros, el que debutó discográficamente con Vida, en 1972. Allí hay una ternura folk adolescente, con el colegio aún presente y las preguntas de la vida adultas esbozadas y, a veces, respondidas con un toque entre pícaro e ingenuo. Para una generación que egresaba del secundario, Vida se transformó en una hoja de ruta: Canción para mi muerte fue de interpretación obligatoria en los fogones de los jóvenes de la época. Décadas más tarde, Charly se rio de esto: “Siempre nos asociaron con el fogón. ¿No podían hacer un asado?” Sui Generis trajo después Confesiones de invierno, bellamente triste, profético por momentos (“Estoy desnudo/ si quieren verme/ bailando a través de las colinas”, cantaba la fábula de un rey destronado, aplicable a varios candidatos posibles), y Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, donde surge la ironía clásica de Charly, aun a pesar de la censura padecida. La separación del dúo en el Luna Park, el 5 de septiembre de 1975, se convirtió en un disco doble, en una película (prohibida por varios años) y en un hito de la historia rockera local. Sui Generis dejó una marca profunda en una generación que los apreció de primera mano, y también en varias por venir. Eran el pulso adolescente hecho canción. La Máquina de Hacer Pájaros, como su nombre lo indica, fue un grupo de alto vuelo, con dos tecladistas (el propio Charly y Carlos Cutaia) y un concepto de música de alta elaboración con un toque de música ciudadana. Tiempos en que el rock y Piazzolla estuvieron muy cerca. Pero La Máquina tuvo un funcionamiento breve, dejó dos álbumes exquisitos, y a fines de 1977 dio paso a una nueva creación de García: Serú Girán, un dream team que vinculó a Charly García con David Lebon, Pedro Aznar y Oscar Moro. Tras un comienzo deslucido, en el que no lograron sintonizar con el público, con tanto talento como tesón Serú Girán terminó consagrándose como “los Beatles argentinos”. Ya Charly había compuesto Seminare, Viernes 3 AM, Canción de Alicia en el país y Desarma y sangra, entre muchas otras enormes canciones. Su lugar en la historia estaba asegurado. Pero sólo era el comienzo.Desde 1982, Charly García fue un solista, y el primero del rock argentino en colmar un estadio de fútbol al calor del clima post-Malvinas; también primereó en conseguir un sponsor y crear un espectáculo que nada tenía que envidiar a los internacionales. Ser único Pero además del compositor inspirado, y aun en sus peores momentos, García fue siempre una persona pública; un francotirador mediático disparando ácidos comentarios a través de infinidad de reportajes. En su discurso, muchas veces confuso y críptico, siempre apareció un rayito que echó luz sobre cuestiones nimias o de vital importancia. “El precio de la fama es tener que volar un día entero para poder ir al cine sin estar obligado a sonreír”, explicó didácticamente una vez. “Siempre me hablan de ir a tocar para abrir el mercado: andá y abrilo vos; que cuando esté abierto, yo voy y compro las papas”, dijo cuando le sugirieron ir a tocar más seguido al exterior. En el célebre juicio con el productor Daniel Grinbank por la tenencia del nombre Serú Girán, utilizó la reducción al absurdo: “Estamos decidiendo si Charly García es él o yo”. “Creo que el peligro es lo que enriquece a una persona. Claro, no es lo que piensa mi mamá”, declaró hace muchos años, y bien podrían ser sus palabras de ayer. Más allá de sus derrapes públicos, Charly García encontró un modo de ser único, coherente con una forma de ser que tiene mucho que ver con el estilo argentino; ese que mezcla facultad con café de la esquina, potrero con academia, conservatorio con escenario. Se lo ha visto llenando solo o con Serú Girán o con Sui Generis los más grandes estadios de fútbol del país y al día siguiente zapando con músicos desconocidos en un bolichito de mala muerte para 80 personas. Ha estado rodeado de las más grandes celebridades y las mujeres más deseadas de este país, y al rato aparecía en la más absoluta de las soledades. Ha sido el día luminoso y la noche impenetrable, a veces, en cuestión de minutos. Say No More Clics modernos fue otro capítulo modernizador en su historia. Pero en Piano Bar, un disco crudo y en primera persona, se comienza a dejar ver el rock star atribulado con su fama y la presión de ser el número uno (“soy el que enciende y el que apaga la luz”, supo cantar). Los primeros hoteles comienzan a ser demolidos y de a poco se va convirtiendo en el profesional del escándalo. Sin embargo, Parte de la religión, Cómo conseguir chicas y Filosofía barata y zapatos de goma continúan dando testimonio de un talento sin par. Es llamativo cómo, a partir de 1991, tras una crisis que culminó en una internación psiquiátrica, Charly García se dedicó a desmontar su propia leyenda para erigirla en otros términos. Abandonó el formato clásico, se dedicó a lo experimental y se reinventó con Say No More, un trabajo en el que muestra sus “heridas espirituales” en un close-up sonoro que no reconoce antecedentes. Al tiempo que sus viejos fans se horrorizan y lo ven decadente, una nueva generación de adolescentes lo venera como a un dios infalible y genial, aun en sus peores rodadas. Y cada tanto, un latigazo de luz, con Influencia o Asesíname o King Kong, de su aún no editado Kill gil. Quizás, por qué “Mamá, la libertad, siempre la llevarás dentro del corazón/ Te pueden corromper, te pueden olvidar/ pero ella siempre está.” Charly compuso Inconsciente colectivo en 1980, en plena dictadura militar, con la libertad cercenada. Y rescató esa idea poderosa para nosotros. Nos abrió los ojos con Canción de Alicia en el país: “No cuentes lo que viste en el espejo/ No tendrás poder/ Ni abogados ni testigos”. Describió nuestra propia confusión amorosa adolescente con la frase “Sé que entre las calles debes estar/ pero no sé partir”, de Confesiones de invierno. Diseccionó con precisión quirúrgica el alma de un suicida en Viernes 3 AM, que resolvió con una frase tan simple como cierta: “Los que no pueden más se van”. Captó como nadie la angustia ciudadana tras la guerra por Malvinas en Yendo de la cama al living, y también las ansias de seguir adelante con Yo no quiero volverme tan loco, cuando canta que “en Buenos Aires se ve/ que ya no hay tiempo de más/ la alegría no es sólo brasilera”. Diagnosticó momentos políticos importantes con la frase “están pasando demasiadas cosas raras como para que todo pueda seguir tan normal”. Ha mostrado lucidez en la comprensión de los sucesos y mano firme de artista para resumirlo en una frase que todo el mundo entiende. Charly tiene dos épocas en su narrativa. En la primera, hay un nosotros que ya es parte de nuestro ADN y que nos dio una idea colectiva que combinó libertad, enojo frente a la hipocresía y búsqueda de la verdad interior sobre lo superficial (“esas motos que van a mil/ sólo el viento te harán sentir”, de Seminare). En la segunda parte, primó el yo y García nos cantó sus penas. Penas que podíamos compartir, no sólo por la compasión que podían inspirar sus desventuras, sino por eso que Lennon y McCartney definieron tan bien en Nowhere man: “¿No es él un poco como vos y como yo?”. Charly García sigue siendo aquello que alguna vez dijo que quería simbolizar: una lucecita en el camino. Charly nos concierne. Cuando estemos mal, solos, y tristes, como dice su canción De mí, sabremos que en su música, en sus letras o en sus frases encontraremos algo estimulante que nos iluminará el andar. Ha sido la banda de sonido de nuestras vidas; crecimos con él cantándonos los descubrimientos de un mundo a menudo cruel. En estos 35 años, ha sido el ingrediente mágico capaz de saborizar una comida que a veces se nos torna insípida. Nos acompañó en tristezas y alegrías. Es más: las sigue cantando por nosotros. Por Sergio Marchi Testimonios: Constanza Guariglia El autor, periodista y escritor, es autor de No digas nada: una vida de Charly García (Sudamericana), biografía del músico editada en 1997, aumentada y corregida en 2007. Marta Minujín (artista plástica) “Muchos artistas llegan a la autodestrucción porque están en carne viva. Charly García es uno de ellos. Es un músico extraordinario al que su hipersensibilidad y su personalidad adictiva lo llevaron al deterioro, pero puede mejorar. Su música sigue intacta. Y lo trágico no interfiere con su creación. Quizás, en vez de tocar en el Madison Square Garden, estuvo tocando en lugares pequeños, como recientemente en Mendoza, porque su comportamiento no le permitió otra cosa. Pero lo importante es esto: que su música va más allá de todo. Lo que logró con la versión del Himno es una muestra, una genialidad; apropiarse de un símbolo semejante es arte de participación masiva. Lo demás, es otra cosa: el deterioro de los ídolos. Ya pasó con Maradona”. Mercedes Sosa (cantante) “Carlitos conmigo se portó siempre como con una madre. Con respeto, con educación. El problema son las confusiones de la gente, que cree que ser adicto es lo mismo que ser loco. Charly es un genio. Lo llevé a Cosquín y se portó maravillosamente. Pero siempre sufrí mucho cada vez que se enfermó. La vida de los genios puede ser muy trágica.” Pipo Cipolatti (músico) “Encasillarlo significaría mediocrizarlo. Mediocrizar al tipo con un corazón de oro y una excepcional capacidad creativa. Lo suyo siempre fue evitar la realidad. Preferir ignorar que le roban, y ponerse a tocar, cada vez más fuerte, para no enfrentarlo y reaccionar mal. “Yo sé que vos sabés lo que pasa y que sabés que yo sé. Say No More.” Eso dice él en Say No More. Eso es. “Con Charly nos conocimos en mi época de gloria. Un día llegó a mi casa, echó a todos los que estaban y nos fuimos a comer al Open Plaza. Nos pusimos a charlar y, desde ese momento y por ocho años, nos juntamos casi todos los días a comer ensalada rusa con puré. Yo nunca había tocado temas de otras personas, y él fue quien me hizo tocar todos los temas de Los Beatles. Aprendí muchísimo con él, e iba siempre a la casa. Me tenía preparadas películas de Bruce Willis y yo me las veía mientras él componía. Pero muchas de las veces que iba estaba también el «entornus», siempre en modalidad «franela»: «¡Como te quiero! ¡Sos un divino!» . Apenas salían, decían: «Está hecho pelota…». Y entonces no fui más. “Cuando se tiró del 9º piso, lo hizo en forma calculada, porque era clavadista de chico. Y le dieron ganas de tirarse y lo hizo, ¿qué problema hay?” Malos momentos Las noticias de los diarios se repiten. Y casi todos los titulares dicen lo mismo: “Charly García protagonizó un nuevo escándalo”. Ocurrió en Córdoba, en 2006, cuando sólo cantó tres canciones y rompió instrumentos en el escenario. Ocurrió en Mendoza, en 2000, cuando se tiró a la piscina del hotel... desde el noveno piso del edificio y milagrosamente salvó su vida. Y hace pocos días, cuando tuvo un ataque de furia en un hotel de esa misma ciudad. La lista es larga, aquí o en el exterior. Y a la mayoría siempre le ha resultado imposible mirar hacia otro lado, sobre todo cada vez que se muestra alguna imagen morbosa y triste del ídolo popular. Sus seres más queridos piden a gritos: “Dejen tranquilo a Charly”. Ricardo Manetti (productor teatral) “Charly tiene algo de niño-adulto. Necesita mucho que lo protejan, que lo quieran, que lo mimen y que también lo puedan orientar. Pero, como ocurre también con los chicos, se vuelve caprichoso y desoye la voz de quienes lo rodean, y es entonces cuando las situaciones se vuelven complicadas, porque no entra en razones. Cuando dirigí la programación artística del Faena Hotel + Universe, me encontré con un Charly maravilloso en su creatividad, que quería que cada semana el armado del show fuera absolutamente diferente. Me parece que sus enojos vienen cuando la gente espera ver siempre lo mismo, y lo interesante de Charly es que va a venir con algo diferente. Le aburre la rutina. Hay que conocerlo con sus errores y con su grandeza. Lo peor que uno le puede proponer a Charly es que se repita.” Renata Schussheim (artista plástica) “Llegué a él porque había escuchado La máquina de hacer pájaros y me había impresionado. Nos hicimos amigos y, años después, me convocó para hacer los recitales de Bicicleta, el álbum de 1980 que sacó Serú Girán. Siempre utilicé como disparador de ideas la música que iban a tocar en el recital. Para mí, ése era el guión. En Ferro, con Demoliendo hoteles, apareció Charly una vez y me dijo: «¡Me encantaría que vuele todo por los aires, que se derrumbe todo y que caigan los edificios!». “Aunque es perfeccionista, siempre me ha dejado trabajar sola. No se metía. Nos manejábamos con muchos sobreentendidos, y con mucho amor y afecto. Me nutría de sus canciones y de su música, y supongo que él se nutría de mi imagen. Creo que su creatividad no está como antes, pero también siento que Charly puede producir cosas nuevas. Dios lo quiera así.” Destruir y crear Lo conocí desde el principio, y siempre fue un tipo que vivió mucho más que cualquier otro. Un tipo con un nivel de comprensión muy rápido, tanto musical como intelectual, para captar los procesos sociales con una velocidad mucho mayor que la de cualquier persona y radiografiarlas con un lenguaje personal. No como un poeta que piensa qué palabra usar, sino de un tirón. Basta tomar cualquier frase de los millones que ha utilizado: “Los jefes de los chicos toman whisky con los ricos” habla de los militares y de los chicos que fueron a Malvinas. Eso le salió, sacó la foto, y ése es su mecanismo creativo, un verdadero don. Musicalmente, es verdad que imitó a muchos músicos y bandas, como Génesis, pero lo interesante fue que hizo y dijo cosas mucho más profundas que ellos. Charly hizo más, y para la sociedad fue más importante que una canción de Génesis. Siempre significó mucho sin proponérselo. Tipo tímido en los comienzos, se sentía marginado por los demás, y fue muy perseguido por los rockeros de su época. Se burlaban de él porque era livianito y blandito, por su sonido acústico. Sin embargo, él estaba diciendo cosas mucho más pesadas y detalladas que el resto. Ellos, quizás, hacían canciones con mensajes. Charly mandaba 45 mensajes en una canción. Lo de Charly es un exceso de potencia vital, de comprensión, de velocidad mental, de oído… Un gran artista que, como tal, no ha sabido cómo ubicarse. Mezclado con drogas malas, es un cóctel letal. Por artista y por tipo creativo y creador, siempre pensó que podía decir y hacer lo que quisiera. Pero siempre, cuando Charly ha respetado algo, lo ha respetado en serio. Aun haciendo cualquier desastre en el escenario, al ponerse a tocar un tema de los Beatles lo ha tocado ordenadamente. Para Charly, un escorpiano de ley, destruir y crear son parte del mismo proceso. Su imagen es la del tipo que está decayendo, pero, el día que se le ocurre, está perfecto. Por Pipo Lernoud El autor fue letrista de Miguel Abuelo, y fundador de la legendaria revista El Expreso Imaginario . Maximiliano Guerra (bailarín) “Su genio nació con él. No se destruye ni se construye. Pero ese genio siempre tuvo un gran nivel de perfeccionismo casi obsesivo que, si bien lo hizo crecer, también lo convirtió en alguien muy frágil e inseguro. Obviamente, este perfeccionismo extremo es el mismo que lo llevó a vivir en el límite. Recuerdo que cuando pensamos en trabajar con Charly, mucha gente me recomendó que no lo hiciera porque era muy impredecible, o decía que iba a cierta hora y nunca aparecía. Pero conmigo siempre fue muy respetuoso. Cuando grabamos juntos, a toda hora estuvo pendiente de mí, de cómo me sentía, si estaba cómodo... Y, cuando nos presentamos en el Gran Rex, si bien no hacía falta, estuvo desde el comienzo de la función, parado, tranquilo, entre bambalinas, esperando. El Charly respetuoso que no todo el mundo conoce. “Como figura, creo que es un producto muy argentino: contradictorio. Por un lado, un tipo con un nivel cultural increíble, con una retención de la acción del mundo inédita, y a la vez con algo de la miseria humana. “Para algunos jóvenes quizá sea un mal ejemplo; para otros, no. Algunos pensarán que hay que vivir así, y habrá otros a los que les servirá ver a Charly para conocer aquello a lo que no hay que llegar. “Fue un ídolo para mí desde muy chico. Y fue un privilegio que me dejara ingresar en su universo creativo y expresarme con él desde un lugar de absoluto respeto.”

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